3 feb 2011

Mi vida en el campo

Los hechos relatados en esta entrada tuvieron lugar en el periodo transcurrido entre el 30 de noviembre de 2010 y el 6 de diciembre del mismo año. Voy a publicar la entrada como la escribí en su día.



He pasado la última semana en el campo, en una lechería que tiene el hogar cerca de Cotoca. La verdad es que al principio venía con miedo, los niños me habían contado muchas historias acerca de las víboras (aunque después he descubierto que llaman así a todas las serpientes y culebras), las tarántulas y demás bichos desagradables. Así que mi complejo B, mi antimosquitos, mi afterbite y yo (y 11 niños entre los 10 y los 15 años) nos fuimos a verlas venir.


Y la verdad es que me ha sorprendido gratamente, no pensaba que pudiera soportar una semana alejada de la civilización, sin internet y sin ningún tipo de comunicación con el mundo exterior (me quedé sin crédito en el celular el mismo día que llegué y no es fácil conseguir recarga aquí). Pero estar alejada del ruido sin casi nada que hacer más que vigilar un poco lo que hacen los niños y despertarlos a las horas correspondientes me ha sentado muy bien. Eso sí, acabo cansadísima todos los días porque quieras que no, vas haciendo cosas sin darte cuenta.

Los bichos no me han acribillado tanto como esperaba, y eso no suelo ponerme repelente más que para dormir (que en realidad es cuando más necesario es). Y ahora vamos con las anécdotas. Ví una madriguera de tarántula (aunque me perdí al bicho), son enormes, casi parecen de conejo. También he visto víboras, pero de las no venenosas. P. me dijo que ya no hay muchas, lo primero que hacen al comprar un campo es matar ese tipo de bichos, más que nada por seguridad. Un día trajeron una verde larguísima que habían encontrado en un árbol y habían matado. Le estuvieron haciendo fotos y luego yo saqué el contenido de su estómago, les gusta saber qué es lo último que ha comido el pobre animal.



Por otro lado L. (uno de los niños) se está haciendo una colección de bichos que seca con alcohol, por ahora tiene tres escorpiones, un avispón y un alacrán (una especie de cienpiés). También hay multitud de sapos, al parecer venenosos también, y el otro día salió una tarántula de una bota (la que me perdí). La verdad es que en cuanto a los bichos creo que disfruto más yo que ellos, les sorprende mucho que no me de asco cogerlos y que les diga que los boten, que no los maten, excepto a los que pican .


He visto ordeñar (pero no he podido yo, está mecanizado), acarrear vacas, he cortado con hacha y machete, hemos hecho queso, he alimentado terneros, hemos pasado campo a través por en medio de alambres de espinos y el otro día un señor me propuso matrimonio.

El peor momento fue el domingo. Me levanté a las 4 para ir a la ordeña y cuando volví a levantar a los que cortan pasto me encontré con que Y. se había puesto malísimo, empezó con los vómitos de madrugada y tenía fiebre, no tenía casi medicamentos y tampoco podía darle nada porque lo iba a vomitar. Por supuesto no tenía crédito en el celular así que me fui a una ventita que ha aquí al lado a ver si podía recargar y comprar manzanilla, pero allí no había nada, me fui toda apurada a otra que hay bastante más lejos, tampoco había recargas pero al menos pude comprar manzanilla y llamar a P., al que dejé un mensaje en el contestador y esperé que lo oyera pronto.

Y ahí estuve, intentando bajarle la fiebre a Y. a base de duchas frías y toallas en la frente mientras intentaba acordarme de cómo se hacía el suero y le iba dando agua con azúcar poco a poco. Conseguí hablar con M. casi terminando la mañana, pero estaba sola en el hogar y tampoco se acordaba de cómo se preparaba suero. P. me llamó poco antes de mediodía y por fin, él sí sabía lo del suero. Me dijo que por la tarde vendría a por Y. Así que ya sólo había que esperar, mientras tanto a Y. le iba bajando la fiebre y vomitaba menos. A todo esto al ser domingo estaban todos “hechos pomada” que dicen aquí, llenos de golpes, les picaron petos (abejas), había otros dos niños con indicio de anginas (y yo también) y otro con fuerte dolor de cabeza. Total que el lunes ya no tenía ibuprofenos, aunque no importaba porque fue el día que volvía a Santa Cruz. Hoy se va M., también se lleva a chicas, ¡espero que vaya bien!


PD. A M. le fue bien, no se le puso nadie malo así que tuvo una estancia relativamente tranquila. Y por si os lo estáis preguntando sí, al final pude ordeñar en otra visita al campo. ¡Yuhu!

2 comentarios:

Irene Domingo dijo...

madre maria, hacia que no te leia.
cuentas una cosa detrás de otra por un lado, como si nada, como si lo de ordeñar, hacer queso y matar tarantulas fuera tu dia a dia, y, por otro, como si estuvieras haciendo litsa de todas las exotiquiteces que te estan pasando con "el otro".
es un poco perturbador, pero, a la vez, me gusta.
a ver si me cuentas ya mas mas mas en persona,
muases

la medusa queratínica dijo...

En realidad no es algo que haga queriendo, lo que cuento son las anécdotas que me ocurrieron allá, que pueden parecer exóticas pero en cuanto llevas allí un mes ya te parecen de lo más normal.
El otro día te leí yo también, hacía mucho, pero me dio flojera comentarte en inglés, jaja.
Tenemos que hablar más en privado y me cuentas.
Mua!