25 dic 2010

Sigo viva

Han pasado casi 20 días desde mi última entrada y quizá algunos os preguntéis si sigo viva o si ya me ha picado una víbora o algún otro bicho de los que abundan por aquí. La verdad es que tengo varias escritas pero nunca me acuerdo de adjuntarles las fotos para darles la forma definitiva así que en realidad esta entrada es para deciros que sí, que sigo viva, estoy bien, estoy pasando las navidades más raras de la historia y dentro de poco postearé mi vida en el campo.
Feliz día de Navidad a todos.

9 dic 2010

Burocracia

En la entrada anterior os contaba que M. perdió el pasaporte, así que el lunes 29 fuimos a intentar hacer uno provisional que le permita salir del país cuando llegue el momento. Y digo a intentar, no a hacerlo, porque ya nos habían advertido de que no lo conseguiríamos en un sólo día.
Amaneció lloviendo (bueno, la lluvia empezó a las 12 de la noche y aún no había parado) así que para salir del hogar lo primero que teníamos que hacer era atravesar el lodazal en que se había convertido la calle. Sí, está sin asfaltar. Intentamos llamar a un móvil (taxi) pero P. nos dijo que no iban a entrar, no pueden atravesar el camino. Así que fuimos a por el micro. Sabíamos donde bajarnos y más o menos dónde estaba el consulado.




Nos bajamos bien pero estaba más lejos de los previsto así que después de andar un rato bajo la lluvia y acabar con el pelo chorreando decidimos coger un móvil para descubrir que estábamos justo al lado.
Una vez allí descubrimos que si alguien detrás de una ventanilla puede acabar con tu cordura en España lo de aquí ya no tiene nombre. Es algo que venimos observando, te explican las cosas como si ya las supieras así que no te aclaran nada y si es posible te lían aún más.
Nos dicen que hay que ir a la policía a denunciar, por supuesto el cuartel está donde Cristo perdió la alpargata así que volvemos a coger móvil y damos una vuelta turística por la ciudad.
Llegamos allí y encontramos un patio interior a modo de corral rodeado por casitas que deben de ser los distintos departamentos. Por supuesto no hay carteles indicativos (bueno, salvo para los antecedentes penales) así que preguntamos, nos indican y cuando llegamos no hay ni Blas trabajando, sólo gente esperando. De pronto un tipo se levanta y empieza a limpiar el agua del suelo (que se cuela porque las ventanas están rotas y tapadas con papeles). M. le pregunta y después de insistir un poco le hace pasar a uno de los ordenadores, ¡era uno de los policías!
Una vez hemos tramitado la denuncia, cogemos el micro (esta vez BIEN) y después de una hora llegamos al hogar. A M. aún le quedan trámites por hacer pero con un poco de suerte tendrá pronto los documentos.

Perdiendo los papeles (Viaje a las misiones jesuíticas de la Chiquitanía)


Cerca de Santa Cruz de la Sierra hay unos pueblos que eran misiones jesuíticas en la época colonial, nos dieron un par de días para visitarlas. Salimos el miércoles 24 por la mañana, primera sorpresa: el bus no sale a la hora prevista (¡y eso que fuimos el día anterior a preguntar!). Nos dicen que sale a las 9, no a las 8 como nos habían confirmado el día anterior, y al final lo hace a las 9’30 pero podemos asistir a la preparación del equipaje que transportan, todo en la baca. Una auténtica obra de ingeniería.
El micro, de la ruta 131 del Este, es exactamente igual que los de la cuidad, muy incómodo si vas a pasar en él 5 horas de tu vida. Además ha refrescado y hace bastante frío (teniendo en cuenta que nos hemos acostumbrado a temperaturas de 30º o más). Damos cabezadas sin llegar a dormirnos del todo.
Nos habían recomendado ir en micro porque es más “pintoresco” y de ello damos fe. En un momento indeterminado empezaron a sucederse las ventas donde se subían menonitas (ya os contaré de ellos), cholas (mujeres de la Paz) y en una de estas sube una mujer ¡con 4 patas de vaca en una bolsa!
Atravesamos también muchas haciendas, territorios grandísimos y muy verdes. Espectacular.



Después de 5 horas, que ya no sabemos ni cómo sentarnos, llegamos a San Javier, una de las misiones que vamos a visitar. Nos recibe un pueblecito en el que todo el mundo parece dedicarse a la venta y nadie parece comprar nada así que no tenemos muy claro de qué viven.. La misión es bonita, pero el pueblo carece de encanto. Cuando decidimos que ya es hora de marchar a Concepción (la otra misión que visitaremos) M. se da cuenta de que ¡ha perdido el pasaporte! Registramos el pueblo, hablamos con a mitad de su población, vamos a la policía, ponemos un anuncio en la radio... pero nada, no aparece.
Tras pedir consejo a P. y perder dos horas decidimos seguir el viaje. Llegamos a Concepción a las 7 de la tarde, ya es de noche y aquí se considera un poco tarde (es la hora a la que solemos cenar). Nos han recomendado dormir en un hotel de la plaza, así que cogemos una moto-taxi que nos acerca. Por supuesto no hay cascos.
Pasamos por turismo después de quedarnos maravilladas por la plaza. Elegimos un hotel que está justo en la esquina de ésta, un poco caro (para los precios de aquí, al cambio sale como 15 €) pero muy cómodo, que ya nos hace falta después del micro y el disgusto que llevamos. Y como estamos que lo tiramos nos vamos a cenar a un restaurante de al lado, también un poco caro pero monísimo. Tenemos que reponernos de San Javier.
Por la mañana vemos Concepción que nos parece mucho más bonito que San Javier, pero a las 11 ya tenemos que volver a preguntar por el pasaporte. Sigue sin aparecer.
Aprovechamos para dar otro vistazo al pueblo, en realidad no está tan mal pero con el estado de ofuscación del día anterior...
Esperando el micro aparece el conductor que nos llevó: “Vine a recogerlas.”
Otras 5 horas de viaje en un micro incómodo, pero esta vez va casi vacío y me duermo totalmente.



Más tarde se sube un canadiense, que al principio nos confunde con americanas. Tenemos que aclararle que no, nos da conversación durante más o menos dos horas. Tiene dos granjas y antes era menonita.
Conseguimos llegar a Santa Cruz a las 19:30 pero antes de ir al hogar pasamos por un super, necesitamos cerveza. A las 20:20 estamos en el puente con una sorpresa ¡se ha ido la luz! ¡no se ve nada y la alarma del condominio no deja de sonar!
Llamamos para que salgan a buscarnos con una linterna pero acabamos aprovechando los faros de unos coches para llegar a casa ¡por fin!