28 mar 2011

El día

que dejé de mirarme en otras personas, aprendí que podía ser feliz.

27 mar 2011

Al doblar la esquina

Dicen que la felicidad puede encontrarse
Al doblar la esquina.
Pero yo sólo siento mi dolor de desencuentros y pérdidas,
Porque donde reside mi alegría han huido los niños de mi desvelo
Y no puedo dar con el camino de vuelta a casa.


Aunque yo me ligue a ti como el aire,
Tú peinas mareas y vientos con los dedos.
Eres la flor que se abre en primavera
Para cerrarse a mi paso.
Aunque yo quiera rozarte con la caricia más callada,
Tú te recoges, pétalo tras pétalo, para no mirarme
Con tus ojos de amaneceres florecientes.

Muda. En silencio.
Cegada por la luz que me desviste esta mañana sorda,
Me siento en el suelo de la esquina
A esperar a la felicidad,
Que son tus manos, amor, las que me pueden llevar a ella.

Aunque no me desprenda de ti,
Como la hiedra que devora mis paredes,
Tú eres indolente silencio en boca cerrada.
Dime qué he de hacer para doblar la esquina
Y encontrarte a ti, intensa luz cegadora
Que avergüenzas a las rosas con tu latido.
Dime, amor, si hemos de ser los mismos,
Al doblar la esquina.


Lucía Fraga

25 mar 2011

Que va de bares

¿Qué mejor entrada para un viernes que una que trate sobre el tema de los bares? Y es que hace un par de días leía en un estudio sociológico (sí, soy de ese tipo de personas) que en realidad las incipientes juergas adolescentes hasta la hora asignada por los padres, sus salidas nocturnas, las primeras borracheras,... todo eso forma parte del ritual de iniciación a la edad adulta del mundo contemporáneo, reemplazando a la primera cacería, participar en las veladas donde el curandero contaba sus historias y ese tipo de cosas.


Pero luego me pregunté, si esto es algo típico de la Edad Contemporánea (vale, pongamos que se inició en la Moderna), ¿por qué existen escritos de la época final del Imperio Romano en los que personas decentes se quejan de que los jóvenes se dejan el pelo largo, salen de copas (o de orgías, o vete tú a saber) hasta altas horas y les gusta la música estridente, sobre todo aquella con muchos tambores? ¿Por qué, desde el principio de los tiempos, nos ha gustado ir de bares? Y si sólo se trata de un ritual de iniciación, ¿por qué seguimos haciéndolo una vez superada la adolescencia?


Y ayer encontré la mejor definición de bar que he visto hasta la fecha y que para mí da respuesta a estas preguntas:


"Un bar tiene algo... y creo que es porque es el único lugar público en el que puedes cerrar la puerta y dejar fuera el mundo, ya sea bueno, malo o indiferente. Puedes tomarte un respiro. Empezar de nuevo.
Te pagas una copa y consigues tanta compañía o privacidad como quieras."
Cassidy
Predicador

23 mar 2011

El hambre

No hace mucho (o sí, todo depende de cómo se mida el tiempo) me encontré inmersa en una de esas charlas filosóficas que sólo pueden ser fruto del alcohol y el mañaneo. Que no por ello dejan de ser serias sino que, en caso de que sean tristes, son más tristes aún por el contexto. Cuando te da igual ya lo que te diga el otro, cuando hablas porque lo necesitas de verdad y no te atreves a hacerlo sobrio. Cuando le cuentas todo a un extraño que, misteriosamente, ha acabado en tu casa (o tú en la suya, o en un bar cualquiera que te sirva un café). Y que por su posición de extraño te escucha sin juzgar, sin abrir la boca y sólo al final, si acaso, te abraza y te dice que todo saldrá bien. Y te sientes reconfortado. Porque en realidad, de todo esto, has sacado lo que buscabas: el abrazo. Porque la gente está muy sola y tiene hambre de abrazos. Sólo que no es tan fácil, y no vale el de cualquiera. Hoy yo tengo hambre, pero me aguanto, porque los que me faltan son de importación.



Y todo esto viene porque he re-encontrado un texto de Galeano que os transcribo a continuación y que me hubiera evitado toda la charla si lo hubiera tenido a mano en ese momento (y en otros muchos, parece ser un tema recurrente en mis mañaneos).

"Un sistema del desvínculo: El buey solo bien se lame.
El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es tu competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos."


El hambre
El libro de los abrazos
Eduardo Galeano

21 mar 2011

Do not go gentle into that good night

Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.
Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.

Dylan Thomas

20 mar 2011

Busco

algo que me permita dejar de buscar ('til I find something new).


18 mar 2011

11 mar 2011

No son palabras sino gritos

Que la poesía haga daño. Que meta la mano hasta arrancarte
el estómago.
Que la poesía no sea hermosa ni nos haga acudir a teatros,
a salas de actos pulidas y con sillas en fila.
Que la poesía provoque el vómito, la fiebre, que no nos deje
dormir en mitad de la noche.
Que no venga después de ella el amor, la calma o una cena,
que venga el hueco, la vigilia, el laberinto, el vagabundeo sin
origen ni final.
Que no haya final después de ella, que agarre los ojos y los
vacíe
para poder ver más allá de ellos.
Que ensucie el agua, la boca, la sangre, que bese la derrota,
que rasque la costra de la herida para que sangre.
Que duela, que duela hasta quebrar la hipocresía, la apariencia,
que queme, que no sea ni un canto, ni un suspiro,
que tenga la fuerza rabiosa de la vida. No cantos sino gritos.
No son palabras sino gritos lo que pongo ahora en tu mano.
Repito: no son palabras sino gritos lo que tienes ahora en
tus manos.

Vacíos del existir. Gritos. Insomnios parecidos. Gritos.
No hay álamos ni brisas... Ni paisajes, ni amor, ni nostalgia.
Gritos.
Te grito al oído que me duele el mundo hasta casi morir.
Son gritos, te repito, no palabras, lo que escribo aquí.
Y no es la poesía un lugar donde jugar...
No implico a nadie, no corrijo...
No es para mí la poesía un sitio donde jugar...
Sino un lugar donde sufrir y a la vez dejar de sufrir.
Me alimenta, la necesito para vivir.

Y tal como llega la palabra llega el vómito,
y llega una paz para mi cuerpo, mis ojos,
para mi alma-vientre dolorida...
Llega una paz para mi cigarro hundido en la piel,
la paz de una mujer cenicero,
o una culebra sucia o reina, da lo mismo.

No se trata para mí de un trabajo, no me esmero, no cuadro, no
perfilo, no borro, no reviso, no perfecciono. Son gritos.

Quememos la poesía sin alma, sin dolor, sin rabia, sin verdad.
Quememos una vida sin poesía, sin dolor, sin rabia, sin verdad...
Como la pintura que se vende para hacer conjunto con los
muebles, como la música para escuchar de fondo.
Poesía de mentira, pasatiempo, osadía del hipócrita,
escultura para hacer conjunto con el mobiliario.
Poesía verdadera; vómito de gentes. Poesía que ni es poesía siquiera...
Porque la poesía es vida; sólo vida... En palabras que gritan...
Es grito.
Porque os repito: no son palabras sino gritos lo que escribo.


La mujer-precipicio