13 abr 2011

Y lo más raro de todo

fue que yo, que estaba acostumbrado a largarme a cualquier parte del mundo en menos de veinticuatro horas, con menos reflexión de la que la mayor parte de los hombres necesitan para cruzar una calle, tuve un momento, no diría de duda, pero sí de pausa ante aquel vulgar asunto. La mejor manera de explicarlo es decir que durante uno o dos segundos sentí como si en vez de ir al centro de un continente estuviera a punto de partir hacia el centro de la tierra.


El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad

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